En las laderas Este y Norte de la Montagne de Reims, y en los alrededores de esta ciudad, durante mucho tiempo se han hecho vinos tintos de una calidad bastante variable y siempre inferior a los de la Vallée de la Marne (si debemos ser sinceros).
Además, esto ya lo decía Nicolas de La FRAMBOISIÈRE, médico y consejero del rey, jefe médico del ejército, profesor y decano de la Facultad de Medicina de Reims, a principios de siglo (1601) en su Gouvernement nécessaire à chacun pour vivre longtemps en santé. Así, leemos: En la Montaña de Reims hay bastantes buenos vinos si el año es cálido, de lo contrario son pobres y verdes.
En 1603, Jean PUSSOT en Journalier ou Mémoires de Jean Pussot, maure-charpentier en la Couture de Reims, (publicadas por E. Henry y Ch. Loriquet en 1858): los vinos de la Montaña se vendían a la mitad de precio que el vino nuevo del Rio Marne.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad de este siglo (alrededor de 1670), empezarán a hacer vinos grises (de los que ya hablamos) imitando a los de Aÿ y Pierry. La calidad irá mejorando rápidamente y de tal forma que pronto les valdrá una nueva manera de llamarlos: les vins de Montagne. Se sabe (ya lo hemos comentado) que, a pesar de todas las precauciones tomadas, los vinos solían tener un ligero tono rosado que se llamó ojo de perdiz.
St. Evremond, el gran epicúreo francés, (también hemos hablado de él) y que había tenido que emigrar a la más alegre corte de Carlos II, en Whitehall, para escapar de la celda que le esperaba en la Bastilla, era el mentor del Conde de Grammont y escribió, desde Londres en 1674, a su hermano de armas en la Ordre de Coteaux el Conde de Olonne, “retirado” a su vez en Orleans por tener la lengua demasiado suelta en la Corte: no tengas reparo en gastar para conseguir vinos de Champagne, incluso si estás a 200 leguas de París. Los vinos de Borgoña han perdido todo su crédito entre los hombres de buen gusto y sólo mantienen una sombra de su prestigio entre algunos comerciantes. No hay otra provincia como Champagne para garantizar vinos buenos. Nos proporciona vinos de Aÿ, Avenay y Hautvillers hasta la primavera. Taissy, Sillery y Verzenay durante el resto del año.
Los vinos de Champagne, añade nuestro gourmet, son los mejores. No guardes los de Aÿ demasiado tiempo, no bebas los de Reims demasiado pronto. El frío mantiene el espíritu de los vinos de la Rivière, el calor elimina el gusto de terroir de los de la Montagne.
En 1710, también señaló St. Evremond el cuidado con el que se elaboraban los vinos de Sillery desde hacía cuarenta años.
El canónigo Godinot en su Manière de cultiver la vigne et déjoue le Vin en Champagne et ce qu’on peut imiter dans les autres Provinces pour perfectionner les Vins. Avignon, 1719, afirma que entre los vinos de la Montaña, destacan los de Sillery, Verzenay, Taissy, Mailly y, sobre todo los de SaintThierry, como los de mayor y mejor reputación. Este último ha sido durante mucho tiempo el más nombrado, el más buscado y se puede decir que no tiene nada que envidiarles a los mejores vinos de Champagne.
Ahora bien, en la Biblioteca de Épernay se conserva un ejemplar de este libro, con anotaciones de P.V. Bertin du Rocheret acusando a Godinot de parcialidad y afirmando que Saint-Thierry es muy inferior a Verzenay, Taissy y Mailly. ¡¡¡Nunca sabremos la verdad!!!.
En cualquier caso los vins de Montagne comparten el éxito de los vins de Rivière, si bien es cierto que con variable fortuna tal y como atestigua el intendente de Champagne Larcher, el marqués de Baye, en un memorándum de 1698 de la Généralité de Châlons:
- Reims: Todo el mundo conoce la bondad de estos vinos que son, sin discusión, los mejores del mundo.
- Épernay: Su principal riqueza son los vinos, que son muy buenos por todas partes. Los mejores son los de Auvilers, del valle de Pierry, de Cumières, de Aÿ, y de Mareüil. Estos vinos han sido preferidos, desde hace cinco o seis años (según el gusto de los expertos), a los mejores de las montañas de Reims por su delicadeza que no hace, sin embargo, disminuir su potencia..
Cada categoría tiene sus propias características. Los vinos de la Vallée de la Marne son finos y relativamente ligeros, los de la Montagne de Reims fuertes y con mejor guarda. Así lo describe el Canónigo Godinot:
En Champagne nadie discute que el vin de Rivière es normalmente más blanco que el de la Montagne y más fácil de beber que los otros que son más duros. Estos vinos más tardíos se conservan más y mejor que los primeros y, los de los años buenos aguantan en la botella cinco o seis años en buenas condiciones.
Desde aproximadamente 1665 (esto es desde los comienzos del vino gris), bien sean tintos, bien sean blancos; bien provengan de la Rivière, de la Montagne, o de otras partes de la Généralité de Châlons, los vinos producidos en Champagne son definitivamente conocidos como vinos de Champagne.
Así, Patin (del que ya hablamos) en una carta con fecha 21 de noviembre de 1669 exclama:
Viva el pan de Gonesse, con el buen vino de Paris, de Borgoña, de Champagne.
Por primera vez, aparecerá simplemente el término Champagne para referirse a estos vinos, un ejemplo de esto lo tenemos en un texto (Les Caractères ou les moeurs de ce siècle, 1688) de La Bruyère:
Un grande ama el Champagne, aborrece el Brie, se emborracha con mejor vino que el hombre del pueblo.
Para entender el verso hay que tener presente que, durante el siglo XVII, los vinos de Brie tenían muy mala reputación. Sigamos…
Al terminar el siglo XVII, la región, como ya hemos dicho, todavía no tiene vinos espumosos pero dispone de un abanico completo de vinos tranquilos. Con las uvas tintas se elaboran los vinos grises, que son, repetimos, vinos blancos muy conocidos, elaborados en las cercanías de Épernay y en las laderas de la Montagne de Reims. Con las uvas tintas también se hacen, por toda la región y en cantidad, vinos tintos de consumo corriente con un color poco definido (el hermano Pierre escribió que es el azar el que decide el matiz del color en el vino).También existen, en la época, vinos tintos de calidad, producidos en algunos lugares en los que también se hace vino gris y en la región de Bar-sur-Aube, y que harán escribir al hermano Pierre en 1719: desde hace cincuenta años, hemos intentado hacer vino tinto usando la razón y los principios para conseguir un conjunto perfecto.
Con las uvas blancas, si no se mezclan con las tintas, se hace por todas partes y en pequeña cantidad, vino blanco bastante malo. Sin embargo, son mejores en las pendientes del cortado cretáceo situado al sur del rio Marne cerca de Épernay (lo que hoy sería la Côte des Blancs) y alrededor de Bar-sur-Aube. Hay que aclarar que Aube y Marne durante siglos han estado separados por una frontera administrativa sin ninguna justificación pedoclimática (esto sucede en muchos otros sitios).
También existen en la época dos singularidades que se consumían durante el primer invierno tras su elaboración. En primer lugar, la tocane, vino nuevo hecho de lo que se llama mère-goutte, el mosto flor (el que cae de la prensa por gravedad, antes de empezar a prensar. El Diccionario de Trévoux indica que la Tocâne es el vino joven de Champagne, principalmente de Aÿ. Lo describe como “violento” y con un gusto verde muy apreciado.
Es interesante detenernos en este diccionario cuyo nombre completo es Mémoires pour l’histoire des sciences et des arts, recueillis par l’ordre de Son Altesse Serenissime Monseigneur Prince Souverain de Dombes , más conocidas como Mémoires de Trévoux. Es un trabajo histórico que recopilaba los distintos diccionarios existentes en Francia durante el siglo XVII, dirigido y redactado por jesuitas franceses entre 1704 y 1771.
Lo interesante del libro es su contexto histórico. Los protestantes, en la época, tras revocarse el Edicto de Nantes, difundían sus ideas en panfletos que se imprimían fuera de Francia (en el norte de Europa). Los jansenistas franceses publicaron en respuesta el Journal des savants (del que ya hemos hablado), y los jesuitas(que no se llevaban muy bien con éstos) y que además, en ese tiempo no eran muy apreciados por el rey, publicaron para contratacar a partir de 1701 el citado diccionario en Trévoux, donde estaba situado un famoso colegio de la Compañía de Jesús bajo la protección de Luis Augusto de Borbón, duque de Maine e hijo bastardo reconocido de Luis XIV y de Madame de Montespan (una de las favoritas del rey).
Volviendo al libro, se considera una obra que proporciona un buen compendio de otros trabajos. Algunos afirman que la Enciclopedia de Diderot y D’Alembert fue, de alguna manera, una respuesta laicista a esta obra ya que obtuvo gran prestigio en la época… pero regresemos al Champagne.
La otra singularidad es el vin bourru que, según el Canónigo Godinot, se elabora con uva blanca dejada en la cepa hasta Todos los Santos y, a veces, hasta el ocho o el diez de noviembre, cuando ya hace frio y que se vende caliente
El abate Rozier, en un escrito de 1772, rinde homenaje a los vinos de Champagne, algo significativo ya que él no era de la región sino de Lyon y una autoridad en temas agrícolas en la época. De hecho, es el autor, junto a Chaptal y algunos otros del Cours complet d’agriculture. Si les apetece consultarlo, basta con que hagan click aquí.
Esto es lo que dice sobre el vino de Champagne: es más o menos hacia la mitad del siglo pasado cuando se empezó a hablar de la excelencia de los vinos de champagne. Llama la atención que esta provincia no tenga una situación más meridional que la Isle de France o la Lorraine (en las que los vinos son planos y débiles). Lo repito, es por los múltiples cuidados que las gentes de Champagne dedican a sus viñas y la perfección que han conseguido en su forma de hacer el vino por lo que han llegado a alcanzar ese grado de delicadeza por los que se les conoce.
Se trata, pues, de una reputación bien establecida, de excelencia, que es consecuencia no sólo de la invención y éxito del vin gris sino también de la aplicación de modernas técncas vitivinícolas en toda la región
Esta fama y renombre son generales y no se limitan a algunos pueblos a los que, desde siempre, han estado vinculados los vinos de la región de Champagne y que debían esa fama a una producción de calidad debida a la fortuna de una condiciones naturales locales especiales y a la presencia de ciertos dominios religiosos (Avenay, Hautvillers, Pierry, Saint-Thierry, Sézanne, Vertus, Verzy), de un lugar famoso por su comercio (Aÿ), o de ambos (Bar-sur-Aube,Châlons, Épernay, Reims)
Estos viñedos famosos lo eran por fundados motivos. Así, por ejemplo, Aÿ era famoso por un juego de palabras del que ya hablamos y del que traemos aquí otro caso. Guy Patin escribe el 5 de diciembre de 1659: Hoy hemos celebrado el examen final de mi segundo hijo Carlos que será médico este mismo mes. Lo hemos celebrado con treinta de mis mejores amigos. Sólo hemos bebido vino de Beaune y de Aÿ que el bueno de Dom-Baudius insistía al Señor Presidente de Thou que había que llamar Vinum Dei.
Dos pueblos, Sillery y Verzenay, tomarán posesión de su lugar entre los pueblos famosos más tarde. El canónigo Godinot, de forma similar a lo que dijo de los vinos de la Montagne, los pone entre los mejores. François de Maucroix, el poeta amigo de La Fontaine, dirá en1650:
Montre-moi Verzené, dont la liqueur charmante
Surpasse le nectar du fameux clos de Mante
Muéstrame Verzenay, allí donde el licor embriagador
supera al néctar del famoso clos de Mante
Del mismo modo que antes, es necesario aclarar que, en esta época, los vinos de Mante (Mantes – la – Jolie hoy en día) gozaban de una reputación excelente.
La promoción de estos dos pueblos se debe a una familia que poseía viñedos y casa en Sillery, los Brulard de Sillery. Desde comienzos de este siglo, cuando Nicolas fue nombrado canciller de Enrique IV hasta la Revolución, esta estirpe de caballeros está presente en la corte francesa con diversa suerte.
Nicolas Brûlart de Sillery (1605) pintado por Dumonstier Daniel (1574-1646), Musée du Louvre
Al ponerse de moda la viticultura entre la nobleza y la burguesía, todos quieren hacer su vino y darlo a conocer… ¿de qué me suena esto?… Olivier de Serres escribirá en 1600: vemos deshabitar las grandes ciudades por los presidentes, consejeros, burgueses y otras personas notables para ir al campo, a sus fincas, para hacer sus vinos.
Propietarios de viñedos en Sillery, Ludes y Mailly, y sobre todo en Verzenay, los Brulart harán probar sus vinos tintos y grises a la Corte de Versailles dando renombre a Sillery, y en menor medida a Verzenay, que llegará a su apogeo en el siglo XVIII. En 1770, la superficie de viñedos de los Brulart será (según el Abad PÉCHENART en Sillery et ses seigneurs, 1893) de unas 50 hectáreas, una extensión considerable en la época.
Edme Béguillet, abogado en el Parlamento de Dijon y enólogo, y que era conocido por su desprecio a los habitantes de Champagne dirá en 1770: los vinos de Sillery tienen una calidad tan superior que se reservan para la boca del rey.
Es cierto que Adélaïde, mariscala de Estrées, última descendiente por línea directa de los Brulart de Sillery, cuidará de forma tan delicada sus viñedos que uno de ellos será conocido como el Clos de la maréchale, aunque esto está en Borgoña, así que no nos desviemos…. Cuando muere, en 1785, la línea directa de los Brulart de Sillery desaparecerá y los viñedos pasarán a ser propiedad de Alexis Brulart, conde de Genlis, y esposo de la conocida Stéphanie Félicité du Crest de Saint-Aubin, escritora.
Retrato de Madame de Genlis realizado por Jacques-Antoine-Marie Lemoine (1751-1824)
Esta señora escribirá en sus Memorias que Jean Jacques Rousseau amaba un tipo de vino de Sillery con el color de la piel de cebolla y que ella y su marido casi se pelean con él ya que se ofendió al ver que el conde de Gentis le había enviado un cesto con 25 botellas de vino de Sillery cuando él sólo había pedido dos.
Rousseau era un conocido amante de la buena mesa y de los placeres. Así, es conocida su costumbre de frecuentar un jardín en Chambéry (Francia). Había un cerezo y el filósofo se subía para coger cerezas. Madame De Warens venía detrás, buscaba con la mirada, por entre las ramas, al joven Jean-Jacques y esperaba a que éste le enviara cerezas a la boca. Él tenía buena puntería y apuntaba siempre al escote, por cuyo canalillo se colaban las frutas… que luego él recuperaba. Dicen que eso animaba a Madame De Warens… pero no nos desviemos.
Existe cierta controversia acerca de si dos ilustres hijos de Champagne, los ministros Le Tellier y Colbert, habrían, del mismo modo que los Brulart, hecho campaña a favor de los vinos de Champagne en Paris. Esto lo afirmaba en la época un médico de Beaune, un tal sieur De Salins, del que hablaremos más adelante cuando lleguemos a la Querelle des Vins, una polémica entre los productores de vino borgoñones y los viticultores y bodegueros de Champagne.
Esta afirmación fue refutada en el Journal des Sçavans del 7 de junio de 1706. En el mismo se lee, refiriéndose a Champagne: todo el mundo sabe que uno de estos ministros no ha poseído nunca otras tierras que no sean las de Louvois, que sólo producen madera. El otro ministro, por su parte, tiene tan pocas viñas que sería faltar a su memoria creer que la gestión de tan pequeña hacienda hubiese sido capaz de distraerlo ni lo más mínimo de su dedicación continua a los asuntos de Estado.
En primer lugar se refiere, obviamente, a Michel de Tellier, cuyo hijo, el ministro Louvois, hizo construir un imponente castillo al lado del bosque de la Montaña de Reims. De este bosque descendían, en otro tiempo, los lobos que dieron nombre al lugar (Louvais = lupi via).
El primer castillo de Louvois se construyó al principio del siglo XIII siendo un señorío propiedad de Gaucher de Châtillon, y luego de la familia Cramaille . De esta época quedan los fosos, las bodegas y la cárcel.
Un castillo más modesto sustituyó al de Tellier, destruido durante la Revolución Francesa, y del que queda una reja de hierro forjado, los fosos, algunas dependencias de la servidumbre y una parte del jardín de estilo francés diseñado por Michel Le Bouteux, alumno de Le Nôtre (uno de los más reconocidos diseñadores de jardines franceses). Hoy es propiedad del Champagne Laurent – Perrier y no es visitable.
René Gandilhon señaló, por otra parte, que Colbert encargaba para su mesa vinos de Cuissy y que la bodega de su domicilio parisino contenía, cuando murió, un fudre de vino blanco del Rhin… y nada más.
Se debe añadir, además, que el pueblo de Louvois no era en absoluto conocido en la época por sus vinos. Es obvio que esto no hubiese sido así en el caso de que Le Tellier hubiese promocionado dichos vinos.
De todas formas, a partir de 1660 el vino de Champagne ya no necesita patrocinadores. Se dice de él en 1674 que Si la Champagne lo hace bien, los entendidos corren con ímpetu a por sus vinos, que ya no son una simple bebida sino la más noble y deliciosa. Este vino está tan de moda que los demás no merecen más consideración que la de mediocres de los que no se quiere oír hablar. Se afirma que su paladar es embriagador y su delicado aroma resucita a un muerto.
No sólo es el vino de los caballeros y de los entendidos, es el vino del rey. Saint-Simon nos enseña que Louis XIV había bebido durante toda su vida sólo el mejor vino de Champagne, hasta que su médico Fagon le prescribió vino viejo de Borgoña. Esto lo confirma el Marqués de Dangeau en su Diario del 16 de octubre de 1695: El rey, que jamás había bebido otra cosa que no fuese vino de Champagne, lo ha abandonado completamente y bebe ahora vino de Borgoña por consejo del Señor Fagon.
Sin embargo, Du Chesne, que cuando Fagon fue nombrado médico de Louis XIV, le sucedió como físico del Fils de France, murió en Versalles en 1707 a los 91 años decía que su longevidad y su buena salud se debía a su costumbre de cenar una ensalada cada día y beber sólo Champagne y. además, recomendaba esa dieta a todo el mundo.
La Corte, obviamente, seguía el ejemplo del rey y, así, el vino de Champagne está de moda en esta época sin que sea necesario remontarse a la coronación de Luís XIV como hará Chaptal (Traité théorique et pratique sur la culture de la vigne, avec l’art de faire le vin; Cen Chaptal, M. l’Abbé Rozier, les Cens Parmentier y Dussieux) en 1801 afirmando que los nobles que acompañaron a Luis XIV en su coronación devolvieron a los vinos de Sillery, Hautvillers, Versenay y de algunas otras partes cercanas a Reims, la fama que tuvieron antaño y de la que disfrutan desde entonces.
Otro rey, exiliado en Saint-Germain, Jaime II de Inglaterra, tenía al vino de Champagne como vino de uso diario si nos fiamos de lo que escribió Saint-Simon con respecto a cierta discusión con el arzobispo de Reims (y hermano del ministro Louvois), Charles Maurice le Tellier, en la Asamblea quinquenal de Clérigos de 1700 que tuvo lugar en el Chateau de St. Germain-en-Laye: El arzobispo de Reims había dispuesto una gran mesa, había vino de Champagne que era muy demandado. El Rey de Inglaterra, que no bebía otro tipo de vinos, oyó hablar del vino del arzobispo y le pidió. Éste le mandó seis botellas. Poco tiempo después, el Rey, que había dado las gracias al arzobispo por el primer envío y había encontrado el vino muy bueno, le rogó que le enviase más vino. El arzobispo, que era incluso más avaro con su vino que con su dinero, le contestó que su vino no estaba loco y que no corría por las calles y no le mandó ninguna botella más.
Los vinos de Champagne, una vez admitidos y alabados en la Corte, fueron inmortalizados en la literatura de la época.
Vamos a hacer un breve repaso a algunas obras. Prometo dedicar, más adelante, varios capítulos a la relación del Champagne y las Artes. Añado, como reflexión personal, la diferencia entre el grado de conocimiento de lo que es el champagne frente al conocimiento de lo que es el fondillón… a pesar de que ambos vinos están muy presentes en la literatura. No puede resistirme a citar a Chesterton… ¡¡la tradición es la transmisión del fuego… no la adoración de las cenizas!! En ese sentido, es sencillamente imposible que el Ateneo Cultural de Reims brindase, en su entrega de premios anuales, con otra cosa que no fuese champagne. Dejo a la imaginación de cada lector pensar con qué brinda el Ateneo Cultural de Alicante.
Es cierto que Molière no habla del vino de Champagne en sus obras y no me atrevo a pensar que es a ellos a los que se refiere Harpagon cuando entrega a Madame Claude el gobierno de las botellas de su cena de avaro.
No obstante, si exijo considerar que es vino de Champagne el que Monsieur Jourdain ofrece a Dorimène en el banquete del acto IV del Burgués gentilhombre.
En cualquier caso, Molière sí los bebía como prueba la factura de una cena que compartió con Chapelle y Boileau en A la Bouteille d’Or y en la que se detalla la consumición de vinos de Macon, de Burdeos, de Champagne acompañados de ostras, bartavelle a la trufas, flan a la Hocquincourt y queso de Brie.
Esta factura aparece publicada en el Charivari del 19 de febrero de 1852. Hay que aclarar que Le Charivari era un periódico que se publicó entre 1832 y 1937 en París. Incluía caricaturas, viñetas políticas y ensayos críticos. En 1835, el gobierno francés prohibió la publicación de caricaturas políticas. A partir de ese momento, la publicación se centró en sátiras sobre aspectos de la vida diaria… pero no nos desviemos.
Le Charivari, La presse française au vingtième siècle, (H. Avenel,1901)
Boileau, en contra de lo que muchos han escrito, no citó los vinos de Champagne en su Repas ridicule, pero en 1674, sí… en el Canto IV de su Lutrin:
Je sais ce qu’un fermier nous doit rendre par an,
Sur quelle vigne, à Rheims, nous avons hypothéque.
Vingt muids rangés chez moi font ma bibliothèque.
Sé lo que un agricultor debe darnos cada año,
En qué viña, en Reims, tenemos una hipoteca,
Veinte toneles guardados en mi casa forman mi biblioteca.
La Bruyère le sigue en 1687:
Champagne, al salir de una gran comida que le hinchó el estómago, y embriagado por un vino de Avenay o de Sillery, firma una orden que le presentan y que quitará el pan a toda la provincia si nadie lo remedia.
En 1700, Jean-François Regnard introdujo los vinos de Champagne en el teatro con su Le Retour imprévu. En la escena II, cuando Lisette pregunta si se han dado las órdenes correctas para el regalo de hoy, Merlin le contesta que… El ilustre Forel ha enviado, lo ha hecho él mismo, seis docenas de botellas de vino de Champagne como no hay otro.
Se puede ver en este texto una confirmación del interés que las personas adineradas prestaban a los productos de la tierra y en especial a los viñedos de Champagne.
En la misma obra, más adelante, en la escena IX leemos: Tendrás buena compañía, no te enfades, y beberás buen vino de Champagne, y en la escena XX se insiste: Acabo de beber buen vino de Champagne, y en muy buena compañía.
No negaré que me gusta esta vinculación entre el buen Champagne y la buena compañía. Esta relación se sigue estableciendo hoy en día.
El vino de Champagne está presente en toda la obra de Regnard. Así, por el ejemplo, en Le Voyage en Normandie, texto de 1698, coloca en la lista de las alegrías del viaje: Sobre todo, buen techo, buena cama y vino de Champagne.
Los vinos de Champagne son, sin ninguna duda, famosos a finales del siglo XVII. Están bien hechos, tienen buena guarda, se pueden transportar sin dificultad… De esto se deduce que se deben vender bien. Así, el canónigo Godinot aconseja aplicar las técnicas puestas a punto en Champagne en otras regiones como Berry, en Bourgogne, en Languedoc, en Provence; y afirma que en lugar de vender el vino a uno o dos sueldos el pote, como lo hacen, los venderían a ocho o diez.
Entre 1688 y 1698, en Champagne, el precio medio de la queue oscila, para los vinos de calidad, entre 200 y 600 libras. Los vinos con más renombre llegan a 900 y 950 libras la queue. La Mémoire de 1698 de la Généralité de Châlons afirma, sin embargo, que son precios desorbitados que, en principio, no se sostendrán durante mucho tiempo.
Me atrevo a afirmar que en hostelería, los vinos de Champagne son los más caros. La carte du sieur de Molière a la que he hecho referencia antes indica que en A la Bouteille d’Or la media botella de vino de Champagne vale 3 libras y diez sueldos frente a 3 libras por la botella de Burdeos y 1 libra por la botella de Mâcon.
En la época, la compra – venta es principalmente al por mayor. El Dictionnaire universel contenant généralement tous les mots françois, tant vieux que modernes, et les termes de toutes les sciences et des arts (1690) de Antoine Furetière señala que, a menudo, las ordenanzas de las ciudades prohíben la venta al detalle en botellas, estando permitida en recipientes de hojalata marcados y calibrados.
La compra – venta de vino no es exclusividad de los comerciantes y mercaderes. También lo realizan, como hemos visto, las abadías y los nobles y burgueses propietarios de viñedos. En la Mémoire de 1697 de la Généralité de Châlons no hay casi ningún oficial o buen burgués que no posea viñedos. Todos intentan colocar su vino entre sus amigos y conocidos y vender el sobrante en Reims o Paris.
Los intermediarios, o corredores, ponen en contacto compradores y vendedores; prueban los vinos para certificar su calidad y se convierten en courtiers-gourmets. Dan consejo sobre el valor comercial de cada vino y verifican el contenido de cada tonel si no se ha avisado al jaugeur (la persona que se ocupa de certificar el volumen de un recipiente, se puede traducir por aforador). Acompañan al comprador a l’Étape (calle en la que estaba el mercado de vinos en Reims) y a las distintas bodegas.
Rue de L’ Étape (Reims) tomado de A History of Champagne (Henry Vizetelly, 1882)
El rey ya nombró catadores reales en 1660 y commissionnaires courtiers en 1691. Estos compradores reales eran muy activos con el propósito de recuperar el dinero que habían pagado para asegurarse el nombramiento. Según cuenta Émile ROCHE en Le Commerce des vins de Champagne sous l’ancien régime (1908) llegan a hacer negocio y comercio para ellos mismos aunque eso estuviese prohibido por su nombramiento, haciendo la competencia a otros comerciantes que no tenían el privilegio de comprar en nombre del rey.
Esto era muy evidente en Reims, auténtico centro comercial de los vinos de Champagne, y prácticamente el único desde que Châlons perdió su importancia si hacemos caso a la Mémoire de 1698 de la Généralité de Châlons: antes había una buena actividad de compra – venta de vinos, sin embargo, hoy en día, este comercio se ha establecido en Reims y prácticamente ha desaparecido en Châlons.
No obstante, es cierto que durante el siglo XVIII varios comerciantes enviaban vino al extranjero desde Châlons y que négociants de vinos de Champagne se instalarán en esa ciudad a partir de 1798.
En Épernay y en Ay, no hay comerciantes, en el sentido estricto del término, sino commissionnaires courtiers, cinco en 1661 y cuatro en 1691, propietarios de su título desde 1531. Legalmente, sólo pueden vender el vino en barriles aunque también venden en botella. Ellos abrieron las primeras maisons de commerce de vins de Champagne del Valle del Marne.
Los comerciantes profesionales, por su parte, desarrollarán la exportación. Esto llevará a Voltaire (Le Siècle de Louis XIV, 1751) a escribir: se elaboran en esta época nuevos vinos que antes no conocíamos, como los de Champagne, que se buscan en el extranjero con ahínco.
Los Flamencos son, desde el siglo XV, los principales clientes de los comerciantes de Reims. Éstos irán hasta Beaune a buscar vinos de Borgoña para venderlos en Flandes junto a los de Champagne.
Durante todo el siglo XVII, los ingleses serán fieles compradores de vinos de Champagne. En los períodos en los que Francia e Inglaterra están en guerra, las importaciones continuarán como contrabando, siendo uno de los procedimientos más habituales transportar el vino en toneles con marcas españolas. De hecho, en la obra, escrita en 1699, The Constant Couple, de George Farquhar, vemos a un comerciante perseguido por haber importado vinos franceses en toneles españoles.
Estas trabas al comercio tendrán como consecuencia la aparición en Londres de imitaciones de vinos franceses, vendidos como productos originales (es fácil comprobar como siempre, que todo está inventado desde antiguo). En otra comedia de Farquhar, Love and a Bottle (1698) se ve a dos bebedores acusar al vino de burdeos tan adulterado como sus mujeres.
No deja de ser irónico que la frase favorita de este autor sea Necesidad, madre de la invención.
Del mismo modo, será fácil encontrar en las librerías inglesas numerosos tratados dando las mejores recetas para hacer champagne. Incluso una de ellas, publicada por Geo HARTMAN en 1696, The Family Physitian, asegura que el resultado será comparable a lo mejor que se hace hoy en día en la región de Champagne.
Sin embargo, el prestigio de los vinos de Champagne permanece intacto en ese país. Esto puede verse si se leen las obras de los escritores ingleses de la segunda mitad del siglo XVII.
Así, en 1668, Sir George Etheredge, uno de los cinco grandes de la comedia en la época de la Restauración inglesa, diplomático, inventor de la comedia de costumbres, estrena en Londres la obra She wou’d if she cou’d. Al principio de la obra se alaba el placer del Champagne que se bebe en compañía. Más adelante, en el IV acto, Mr.Rake-Hell, un industrial y caballero, junto a otros dos gentilhombres de origen rural, Sir Joslin Jolley y Sir Oliver Cockwood, cantan una canción de taberna en la que se cita la bondad del vino de Champagne: No es mi señora, la que no bebe su vino o la que acoge con desprecio las proposiciones báquicas de mis amigos, si quieres ganar mi corazón, bebe tu botella de champagne que te mantendrá alejada de productos de belleza y de elixires de amor.
Diez años más tarde, otro autor de teatro, Thomas Otway, en Friendship in Fashion, hará aparecer en escena, en el I acto, a un bebedor de champagne que casi ha terminado su botella. El mismo personaje, en el III acto volverá a intervenir, lamentando haber abandonado el champagne, su bebida favorita.
El vino de Champagne es, repito, frecuentemente citado por los autores más conocidos de la Restauración inglesa, Shadwell, Congreve, Oldham, y sobre todo Prior, en su poema The Chameleon, en el que su personaje, cambiando de costumbres según el gusto del día, bebe champagne con los bellos espíritus. En otro, he Hind and the Panther, parodia de otro poema de Dryden, el champagne es parte de las comidas a un precio prefijado.
En el epílogo de The Constant Couple, Farquahr alaba el vino de Champagne y afirma qe es la bebida favorita de las mejores tabernas: Ahora todos se van, cada uno a su manera, a pasar la velada y hablar de la obra. Algunos se retiran antes por cuestiones de economía. Otros, más holgados, irán a la brasa de Locket. Allí, los miedos del autor desaparecen ya que la maldad nunca se expresa a través del champagne.
Hay que aclarar que Locket era una taberna muy conocida por su vino de champagne a finales del siglo XVII y principios del XVIII.
A comienzos del siglo XVIII, los vinos de Champagne ya son conocidos y apreciados en Francia y en el extranjero. Continuando su victoriosa historia, entrarán en una nueva era… la de las burbujas… De esto hablaremos en el próximo capítulo.